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"Trump interviene en el alto el fuego de Gaza, un paso que Biden dejó pendiente" | Internacional | EL PAÍS

El alto el fuego en Gaza no equivale al término de la guerra. Las condiciones del intercambio de rehenes y prisioneros entre Israel y Hamás son el aspecto más destacado del actual acuerdo, beneficiando principalmente a una de las partes, Israel. Sin embargo, la presión social sobre el primer ministro Benjamín Netanyahu para que acelerase la liberación de los rehenes, que desde el principio ha estado condicionada por sus intereses políticos para mantener su puesto, no es la que ha hecho posible este desenlace. Tampoco se puede atribuir a la débil presión internacional frente al genocidio, pese a que cada vez son menos las voces que lo cuestionan.

El acuerdo de Doha ha sido posible porque lo ha forzado la única parte que podía hacerlo, Estados Unidos, esto es, su nuevo presidente, Donald Trump, que así ha hecho aún más patética la debilidad de Joe Biden en su despedida de la Casa Blanca: lo que Biden no arrancó de Netanyahu en marzo, mayo y julio, con condiciones prácticamente idénticas, lo consigue Trump antes de tomar posesión. Sonreía el ministro catarí de Exteriores al afirmar que la nueva mediación ha sido decisiva.

En la historia de Palestina e Israel, demasiadas veces Estados Unidos ha forzado un acuerdo. Siempre a favor de Israel. En ocasiones, los palestinos llegaron a rechazarlos (como en 1979, en el primer Camp David, entre Egipto e Israel) o arañaron condiciones menos gravosas (como las que permitieron la salida de la cúpula de la OLP de Beirut en 1982). Luego claudicaron: los Acuerdos de Oslo (1993) fueron “el Versalles palestino”, en expresión de Edward Said.